3 febrero 2025 | EXCURSIÓN DE DÍA
A tan solo 15 minutos de Donostia/San Sebastián, entre montañas que se funden con el Cantábrico, se esconde un rincón cargado de historia, tradición y paisajes que roban el aliento: Pasaia (Guipuzcoa)
Este pueblo marinero, dividido en cuatro barrios que se abrazan a su puerto natural, es mucho más que un destino turístico. Es un viaje en el tiempo, una ventana al legado ballenero y una parada imprescindible para quienes buscan descubrir la auténtica esencia de la costa vasca. Si planeas visitar la provincia, incluir Pasaia en tu itinerario te permitirá conectar con paisajes que han inspirado a navegantes, escritores y viajeros durante siglos. Y para hacer de tu experiencia algo aún más especial, alójate en uno de los mejores hoteles en San Sebastián, como Lasala Plaza Hotel, donde la comodidad y el lujo se unen a pocos minutos de esta joya histórica.
El puerto de Pasaia, encajado entre acantilados y colinas, ha sido testigo de hazañas que cambiaron el rumbo de Europa. Desde aquí partieron balleneros vascos hacia Terranova en el siglo XVI, se construyeron galeones para la Armada Española y se tejieron rutas comerciales que unieron continentes. Pero ¿qué hace a este lugar tan especial?
Los romanos ya aprovecharon su bahía protegida para exportar lana y hierro, pero fue entre los siglos XVI y XVII cuando Pasaia vivió su época dorada. Mientras Sevilla y Cádiz monopolizaban el comercio con América, este puerto se especializó en la pesca de ballenas y bacalao, y en la construcción naval. De sus astilleros salieron barcos como la nao San Juan, cuyos restos, hallados en Canadá, hoy se reconstruyen en el Museo Albaola.
Siglos antes de que las potencias europeas colonizaran América, los vascos ya surcaban las gélidas aguas de Terranova. Su secreto: técnicas de caza heredadas de los vikingos y una obsesión por el aceite de ballena, usado para iluminar ciudades como París. La ballena franca, que flotaba al morir, era su presa ideal. Pero su caza intensiva la llevó al borde de la extinción, forzándolos a navegar cada vez más lejos.
Si hay algo que define a Pasaia, son sus paisajes: una mezcla de fuerza natural y huella humana. Aquí, cada sendero esconde una historia.
El Camino de Santiago costero, que une Pasaia con Hondarribia, regala vistas panorámicas de la bahía. Pero hay un secreto mejor guardado: el Sendero de la Talaia. Este camino empedrado, usado antiguamente por vigías para avistar ballenas, serpentea por acantilados cubiertos de brezo. Desde lo alto, verás cómo las olas rompen contra los islotes de San Pedro y Santa Ana, mientras las traineras (embarcaciones tradicionales) deslizan sobre el agua.
El barrio de Donibane parece sacado de una novela de aventuras. Sus casas coloridas, apiñadas junto al puerto, tienen balcones donde secaban redes los pescadores. No te pierdas la Plaza de Santiago, donde una estatua de Victor Hugo —que se hospedó aquí en 1843— recuerda su fascinación por el lugar: «Pasaia es un anfiteatro de montañas coronado por nubes».
Nao San Juan, Albaola
En la orilla de Pasaia San Pedro, el Museo Albaola no es un museo cualquiera. Es un taller vivo donde carpinteros, usando herramientas del siglo XVI, reconstruyen la nao San Juan. Este ballenero, hundido en Canadá en 1565, fue clave para entender la ingeniería naval vasca.
En Pasaia, el mar no solo se ve: se saborea. Sus restaurantes, muchos con vistas al puerto, sirven platos que han alimentado a generaciones de pescadores.
Recomendación: en el Restaurante Txulotxo, pide una mesa junto a la ventana. Mientras comes kokotxas, verás cómo descargan el pescado fresco en el muelle.
¿Buscas hoteles en San Sebastián que combinen lujo y ubicación? Lasala Plaza Hotel, situado frente a la playa de La Concha, es la elección perfecta. Tras explorar Pasaia, relájate dándote un baño en nuestra piscina o disfruta de un cóctel en la terraza con vistas al mar.
A pocos kilómetros de Pasaia, en el valle del río Oiartzun, encontrarás antiguas ferrerías como Agorregi. Estos complejos hidráulicos del siglo XVIII, donde se producía hierro para barcos y herramientas, muestran cómo la industria y la naturaleza convivían en armonía.
Combina tu visita a Pasaia con este pueblo amurallado. Paséate por el Barrio de la Marina, donde las casas de pescadores lucen fachadas de colores, y culmina el día con unas tapas de txangurro (centollo) en el Casco Histórico.
Pasaia no es un destino; es una puerta a la esencia vasca. Aquí, donde el mar talló la identidad de un pueblo, cada callejón, cada plato y cada marea baja tienen una historia que contar. Y lo mejor: su cercanía a San Sebastián lo convierte en el complemento ideal para quienes se alojan en hoteles como el Lasala Plaza Hotel, buscando autenticidad sin renunciar al confort.
Así que, en tu próxima visita al País Vasco, deja que Pasaia te sorprenda. Porque, como escribió Victor Hugo: «Hay lugares que son como imanes para el alma». Este es uno de ellos.